El convento grande de San Francisco de la Ciudad de México
Autor:
Raúl Nieto García
Maestro en
Arquitectura.
Profesor de la Facultad
de Arquitectura, UNAM
Se han iniciado los trabajos para
recuperar parte de lo que fuera el conjunto conventual de San Francisco, el
primero y uno de los más importantes de la capital de la Nueva España. Raúl
Nieto hace un recorrido por la historia de este convento y el arquitecto Jaime
Ortiz Monasterio presenta para Bitácora su propuesta de intervención.
Enclavado en el corazón de la Nueva
España, el conjunto conventual de San Francisco fue sede de la primera
fundación religiosa que se asentó en este virreinato, así como el primer centro
educativo y cabeza del Santo Evangelio de México. Desde el siglo XVI y a lo
largo de una trayectoria que remonta los tres siglos de existencia, este vasto
complejo arquitectónico llegó a ocupar una superficie de treinta y tres mil
metros cuadrados cuyos vestigios dan cuenta hoy de su inobjetable importancia
(1). Sólo restos del primitivo atrio con la portería de acceso y el muro de la
biblioteca -reconstruidos-, la arcada del claustro principal -hoy templo
metodista-, el templo grande con la capilla de Balvanera, construida en el
siglo XVIII sobre el acceso de la puerta porciúncula (2) -ambos abiertos al
culto católico—, la puerta de acceso norte sobre la actual calle de Francisco
I. Madero y los restos del edificio donde se ubicaron las capillas de San
Antonio y del Calvario permanecen, hasta nuestros días, como testimonio de la
grandeza de la obra franciscana que culminara con el derribo de los conventos e
iglesias decretado por las Leyes de Reforma "...para mejora y
embellecimiento de la capital de la República..."
En la actualidad, el Fideicomiso del
Centro Histórico de nuestra ciudad, como promotor principal del proyecto de
intervención, avalado por importantes autoridades como el Gobierno del Distrito
Federal, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto
Nacional de Bellas Artes, la Dirección de Sitios Patrimoniales y Monumentos del
Distrito Federal y el Consejo del Centro Histórico de la Ciudad de México, han
iniciado acciones de rescate urbano que pretenden recuperar un sector de este
espacio histórico que fue fraccionado, mutilado y vendido en la segunda mitad
del siglo XIX y en los inicios del siglo XX. Dicho proyecto contempla una
propuesta integral donde se pretende ejecutar varias obras entre las que
destacan: la realización de construcciones contemporáneas que se adapten al
patrón arquitectónico permisible, la preservación de edificios construidos en
el último siglo y que hoy ya son un hito representativo en la historia de la
ciudad, como lo son el "Edificio Rule" y el edificio de la Compañía
de Seguros Latinoamericana, mejor conocido como "Torre Latino" y, la
acción tal vez más ambiciosa, la rehabilitación del atrio del convento. Se ha
contemplado que éste vuelva a ser un espacio vivo, con la expectativa de
recrear una lectura, tal y como la tuviera en el virreinato y parte del México
Independiente, habilitando la superficie del atrio como plaza al interior de la
manzana donde se establecerán giros que permitan rehabilitar las áreas que
serán restauradas del antiguo Edificio Rule (3) y de lo que fue el hotel
Guardiola (4). De igual manera, y como concepto culminante de la intervención,
se buscará restaurar la fachada poniente, reintegrando la portada y la torre al
templo grande, mismas que fueron destruidas y de las cuales se tienen datos muy
precisos para efectuar su reposición.
La historia de esta institución va
íntimamente ligada con el desarrollo histórico que tuvo el país a partir de la
colonización española, siendo el convento de San Francisco, además de una
congregación religiosa de gran prestigio, un centro cultural fundamental para
la educación y formación de la Nueva España.
La fundación del convento se remonta
al año de 1524, poco después de consumada la caída de la capital mexica, con el
arribo de "los doce", que eran miembros de la Orden de Frailes
Menores de Observancia, a cuyo mando venía fray Martín de Valencia. Este grupo
se unió a sus antecesores Fray Pedro de Gante, Fray Juan de Ayora y Fray Juan
de Tecto, franciscanos arribados un año antes a las nuevas tierras
conquistadas.
El convento se comenzó a edificar en
la orilla poniente de la ciudad a expensas de Hernán Cortés y de algunos
pueblos indígenas, dirigidos por el cacique de Texcoco Ixtlilxóchitl, quienes
contribuyeron en la edificación aportando éstos mismos los materiales para la
construcción, como lo menciona Kubler5 al referirse a los indígenas
constructores en los inicios de la conquista. En 1525, los religiosos tomaron
posesión del solar que se les asignó para la fundación de su monasterio, mismo
solar en donde se supone, se ubicó el zoológico o "casa de las
fieras" de Moctezuma.6 En este mismo año se edificó el templo primitivo;
fue el primero que hubo en México y al cual, más adelante, se le conocería como
"iglesia grande".
Según Toussaint,(7) en el presbiterio
de este templo se construyó la primera bóveda de la Nueva España, obra de un
maestro cantero de Castilla.
Anexa al templo, estuvo la primera
capilla fundada hacia 1527 por el primer educador de la Nueva España, fray
Pedro de Gante, y conocida como de San José de los Naturales o San José de los
Indios. Según el ya citado padre Betancourt, fue la iglesia de San José la
primera "parroquia de indios" del continente americano y la primera
escuela de doctrina cristiana. En ella se celebraron el primer Concilio
Mexicano y las primeras confirmaciones. Fue demolida en 1791 para construir en
su lugar la capilla de los Siervos de María o de los Servitas. De esta última
existe un grabado que muestra su lamentable destrucción para abrir la actual
calle de Gante en el mes de febrero de 1862.(8)
Es interesante cómo para mediados del
siglo XVI, el convento se limitaba a unas cuantas construcciones. Cervantes de
Salazar, en sus famosos "diálogos", nos describe la propiedad
franciscana como un muy agradable sitio, irrigado por dos acequias que lo
limitaban al poniente9 y por el sur y el oriente,10 que permitían que los
religiosos contaran con un magnífico huerto.
Debido al notable incremento de las
actividades desarrolladas en esta sede franciscana, las adaptaciones y
ampliaciones eran por fuerza necesarias. El primer obispo de México, Fray Juan
de Zumárraga, costeó antes de su muerte en 1548, los gastos para la
construcción de la enfermería, celdas y un claustro con fuente y para finales
del siglo de la conquista, el conjunto conventual fue reedificado, una vez más,
ahora por el arquitecto fray Francisco de Gamboa; sin embargo, debido a las
continuas inundaciones que sufría la ciudad, el inmueble se fue deteriorando. A
mediados del siglo XVII, el fraile Buenaventura de Salinas realizó importantes
obras en las cuales demolió buena parte de las obras del siglo anterior que ya
presentaban daños, edificando éste una enfermería y un nuevo claustro.
Posteriormente, ya en el siglo XVIII,
se desarrollará una intensa actividad constructiva en general, pues fue el
período en el cual se edificaron los espacios definitivos del convento, tal y
como aparecen en el plano publicado por Antonio García Cubas en su obra El
Libro de mis Recuerdos. También en este siglo el claustro fue intervenido, esta
vez por el maestro cantero Antonio de Rojas, culminando los trabajos en el mes
de diciembre de 1701. El 4 de noviembre de 1710 los arquitectos Feliciano
Cabello, Diego de los Santos y Manuel Martínez de Herrera iniciaron la
construcción de un nuevo templo, siendo los dos primeros, de acuerdo con Tovar
y de Teresa, autores de la portada de la fachada poniente. Como era de
esperarse, después de realizada esta gran edificación, la antigua "iglesia
grande" quedó entonces como capilla dedicada a San José.
La obra del templo fue entregada el 3
de diciembre de 1716. Para esos años, los franciscanos no escatimaron ya en
elegir a los mejores artistas para trabajar en el convento. El arquitecto Pedro
de Arrieta fue uno de ellos, pues realizó obras considerables sobresaliendo la
escalera principal y la reconstrucción de la capilla de la Tercera Orden
Franciscana.
A mediados del siglo XVIII la
grandeza del convento era ya notable. Contaba con nueve dormitorios,
trescientas celdas distribuidas alrededor de dos claustros y dos refectorios
con una capacidad para quinientos religiosos. Anexa a éste, existió la sala de
profundis, la cual García Cubas describe en su obra ya citada como de
"dimensiones extraordinarias".
En lo que se refiere a capillas,
según el plano mencionado, en el convento existieron once para el siglo XIX.
Éstas fueron la de San José de los Naturales que, como ya se mencionó, fue
fundada en el siglo XVI y dos siglos y medio después fue construida en su lugar
la capilla de los Servitas. La de la Tercera Orden de San Francisco, dedicada a
San Luis Rey de Francia, que fue reconstruida y dedicada en 1727. En el retablo
mayor de esta capilla trabajó el célebre Gerónimo de Balbás. La de San José de
los Españoles, construida por el gremio de los panaderos al poniente del atrio,
la cual a finales del siglo XVIII fue conocida como del Señor de Burgos.
Adosada al templo grande de San Francisco por el lado de la epístola, se
encontraba la capilla de la Purísima Concepción, la cual se construyó a expensas
de Cristóbal de Zuleta en 1629. Los vascos edificaron dos capillas a nuestra
Señora de Aránzazu; una en el descanso de la escalera principal, en el interior
del convento, y otra, mayor, al norte del conjunto.(13) La capilla de la
segunda y tercera estación -del vía crucis- construida por el arquitecto Marco
Antonio Sobrarías gracias al patrocinio de don Cristóbal de la Plaza y Jaén,
subsistió hasta el siglo XVIII y formaba parte de las catorce del Calvario
(14), que ocupaban el centro de la actual avenida Juárez y llegaban hasta el
convento de San Diego. En el extremo sur poniente del conjunto se ubicaron dos
capillas más: la del Calvario en la planta baja y la de San Antonio en el piso
superior, obra de Miguel José de Rivera realizada en 1740. Este inmueble
milagrosamente existe y puede observarse en la esquina noreste del Eje Central
y de la calle Venustiano Carranza. Finalmente, la capilla de Balvanera
-actualmente dedicada a la Virgen de Guadalupe- adosada al costado norte del
templo grande y cuya portada churrigueresca, atribuida por algunos a Lorenzo
Rodríguez, fue adulterada al perder las imágenes a finales del siglo XIX cuando
el templo grande fue cedido al culto protestante.
Naturalmente, el convento contó con
otras dependencias además de las ya mencionadas y que fueron construidas en
diversas épocas, tales como el claustro exterior (15), biblioteca, portería,
celdas de los capellanes titulares de algunas capillas, claustro principal,
cocina, antesacristía, jardín y panteón, patio del noviciado, santa escuela,
galería y capilla de la enfermería, celdas, patio de los diversos
departamentos, bodegas y almacenes necesarios al servicio de tan grande
edificio.
Lamentablemente para los religiosos y
para su convento, en 1856 el mayor Vicente Pagaza del "cuerpo de
nacionales" y batallón Independencia, presume el descubrimiento de una
conspiración en contra del gobierno. El presidente Ignacio Comonfort expidió un
decreto que suprimió la orden y dispuso la apertura de una calle que dividió al
convento en dos partes, prolongando el callejón de Dolores hasta San Juan de
Letrán. Estas obras demolieron la enfermería, la cocina, varias celdas y parte
de la huerta del convento, procediendo así a la ocupación de los terrenos para
su "utilidad pública". Este decreto de Comonfort suprimió el convento
y declaró bienes nacionales los que hasta ese entonces le habían pertenecido,
exceptuando el templo grande y las capillas, que con sus vasos sagrados,
paramentos sacerdotales, reliquias e imágenes, quedaban a disposición del
arzobispo para que continuara destinándolos al culto.
En virtud de algunos acuerdos
gestionados por los sectores liberal y conservador, los religiosos regresaron
nuevamente al convento, en la parte que fue designada por las autoridades
conservándose para ese entonces además del templo principal, las once capillas,
ocho órganos, multitud de pinturas, esculturas y diversos objetos de gran
valor. Sin embargo, a raíz de las leyes de Reforma, la orden fue suprimida en
México definitivamente. El 27 de diciembre de 1860, los franciscanos fueron
exclaustrados, ante la impotente presencia de los ciudadanos que durante tanto
tiempo les profirieron singular afecto. En 1861 el templo grande fue cerrado al
culto y fue desmantelado destruyéndose buena parte de sus retablos, así como
las tribunas y la sillería del coro. Algunas de las obras que poseía fueron
trasladadas a la Academia de Bellas Artes para su custodia.
Por estas fechas se inició también la
destrucción de otra parte del convento y la demolición de la capilla de los
Servitas para prolongar la calle de los Betlemitas hacia el sur (16). La torre
campanario fue privada de sus campanas y el convento fue dividido en doce
lotes, mismos que fueron rematados en subasta. En 1866, Giuseppe Chiarini
decidió instalar un circo en el claustro, abriendo una comunicación hacia la
calle de Gante. Estas obras fueron realizadas por el arquitecto Luis G.
Carrillo y utilizó como caballerizas el interior del templo grande. El circo no
prosperó y sus propietarios enajenaron la posesión a James Sullivan, quien a su
vez, lo vendió a la Compañía de la Iglesia Episcopal de Nueva York.
Sería inútil enunciar el número de
viviendas que se construyeron o habilitaron en su caso, producto de la
lotificación del gran inmueble. Pero, es importante mencionar que se realizaron
otros cambios sustanciales, modificando el destino inicial de los espacios. Por
ejemplo, en 1866 se instaló el Hotel Jardín en una parte de lo que fuera
precisamente el jardín y huerto del convento. La capilla de San Antonio fue
transformada para servir como habitación del administrador de dicho hotel. En
1894, después de ser utilizado como templo protestante, el templo grande fue
adquirido nuevamente para restablecer el culto católico. El arzobispo de
México, Próspero María Alarcón lo entregó a los jesuitas quienes lo ocuparon
casi cincuenta años, realizando, por supuesto, algunas modificaciones en el
interior del templo, propiamente en el área del coro. Hasta el año de 1931,
fueron declarados monumentos históricos por la H. Comisión de Monumentos: el templo grande de
San Francisco, así como aquellas construcciones que formaron parte del
convento. Debido a esta oportuna declaración, lo poco que quedó de aquella
construcción conventual puede ser observado hasta nuestros días. En los últimos
años de la década de los cuarenta y después de efectuarse importantes gestiones
por parte del Arzobispo de México Luis María Martínez, el inmueble fue cedido
por los jesuitas a sus genuinos propietarios, los religiosos franciscanos,
quienes encargaron en el año de 1949, los trabajos de restauración,
reintegración y especialmente reestructuración, a los arquitectos José Luis y
Bernardo Calderón. En septiembre de 1985, los eventos sísmicos del 19 y 20,
dañaron seriamente algunos de los inmuebles ahí ubicados. La construcción que
ocupaba parte de lo que fue la biblioteca y el claustro exterior se colapsó. El
inmueble vecino, conocido como "El Edificio Rule", también. Desde
entonces, este último permaneció desalojado y prácticamente abandonado hasta hace
pocos meses, en que fue adquirido por el Gobierno del Distrito Federal para
realizar el proyecto ya mencionado. Igual suerte corrió el Hotel Guardiola,
dañado también de gravedad en esas fechas. En los trabajos recientes de
demolición, se aprecian claramente algunos de los muros antiguos que
correspondieron a las capillas del Señor de Burgos y de la Tercera Orden de San
Francisco, mismos que serán liberados para su preservación.
Han pasado ya 476 años de la
fundación y 139 de la desaparición del convento grande de San Francisco.
Finalmente se ejecutarán acciones del rescate de una parte de este monumento
que, si bien resultaría imposible realizarlo en toda la superficie que ocupó
tan vasta edificación, si al menos pretende rehabilitar un sector muy representativo
del inmueble del siglo XVIII y primera mitad del XIX. Ahora, si bien el
proyecto de intervención manifiesta una importancia relevante por lo que el
convento representó y significó históricamente, no ha faltado quien ha
denominado esta intervención como recuperación de "falsas fachadas
originales" o peor, rescate de "piedras viejas que ningún ser vivo
actual conoció ni recuerda". En respuesta, es necesario mencionar que los
inmuebles catalogados como monumentos históricos se intervienen y restauran con
objeto de preservarlos para la memoria.
Es indudable la grandeza del convento
y de los que ahí habitaron ejerciendo sus preceptos y dando su vida por la fe.
Ahora bien, no fue el único centro religioso en el que se hayan realizado
tantas obras y al cual se le deba tanto; pero sí fue el primero. Posiblemente
nos ocuparemos más tarde de los otros. Para concluir, citaré a Ezequiel Chávez,
biógrafo del Padre Gante quien, en honor al convento y especialmente a la obra
de los insignes personajes que ahí habitaron, escribió: "En verdad, sin
embargo, es testigo de la grandeza el polvo que está bajo el duro piso de
asfalto y en el que se mezclan impalpables las tenues partículas, transformadas
ya, de los cuerpos admirables de los que ahí abrieron los cimientos de la
civilización del Nuevo Mundo y que allí llamaron a las razas antiguas y a las
nuevas para hacer de sus almas enemigas una sola alma armónica; es polvo
sagrado".©
Agradecimientos
Se agradece profundamente al Dr. Rene
Coulomb Bosc, Director General del Fideicomiso del Centro Histórico y al Arq.
Jorge J. Jesús Carrillo, Director de Desarrollo Urbano y Vivienda del
Fideicomiso del Centro Histórico, por su amable y desinteresada gentileza al
permitir la consulta de la documentación histórica del inmueble así como la
referente al proyecto arquitectónico de intervención y rescate. De igual
manera, al fotógrafo Arq. Bernardo Fuchs Modiano, quien amablemente proporcionó
las imágenes del estado actual del
monumento. A los Maestros en Arquitectura José Luis Calderón Cabrera y José
Manuel Mijares y Mijares por la asesoría sobre las intervenciones y los datos
históricos del inmueble en el siglo XX el primero y del origen del convento y
desarrollo en el virreinato el segundo. Finalmente, al Doctor en Arquitectura Alejandro
Villalobos Pérez, por la valiosa asesoría general y revisión del documento
original.
01 Las referencias actuales para
delimitar el convento serían: Al norte, el tramo de la actual calle de Madero,
que va desde la Torre Latino hasta el edificio de la High Life, en el cruce con
la calle de Gante. Al sur, el tramo de la calle de Venustiano Carranza; desde
el edificio de "Las Capillas" -Librería del Pórtico- hasta el cruce
con Gante. Al oriente, los lotes inmediatos de la calle de Gante. Finalmente al
poniente, el tramo del Eje Central, antes San Juan de Letrán, que va de la
Torre Latino hasta el edificio de "Las Capillas"-Librería del
Pórtico-.
02 Puerta lateral ubicada en el
costado norte de los templos franciscanos edificados en el siglo XVI.
03 Construido sobre los restos de la
capilla del Señor de Burgos.
04 Asentado sobre lo que fue la capilla
de la Tercera Orden de San Francisco.
05
George Kubler. La Arquitectura. Mexicana del Siglo XV], Fondo de Cultura
Económica, p. 146.
06 Alfonso Toro. La Cantiga de las
Piedras, Editorial Patria, p. 514.
07 Manuel Toussaint. Arte Colonial en
México, UNAM e Instituto de Investigaciones Estéticas, p. 11.
08 Manuel Ramírez Aparicio. Los
Conventos Suprimidos en México, Ed. Innovación, lámina entre págs. 200 — 201.
09 Por el actual Eje Central.
10 Calles de Venustiano Carranza y
Gante.
11 Antonio García Cubas. El Libro de
mis Recuerdos. Ed. Arturo García Cubas, Hermanos Sucesores. ~
12 Guillermo Tovar y de Teresa. La
Ciudad de los palacios: Crónica de un Patrimonio Perdido, Ed. Vuelta, p. 15.
13 En este sitio se encuentra ahora
el templo de San Felipe de Jesús.
14 Guillermo Tovar de Teresa. Op.
Cit., p. 15..
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